Es
posible afirmar que hasta la crisis económica de 1929, John Maynard Keynes era
el perfecto defensor de la economía neoclásica.
La Gran Depresión abrió los ojos de
John Maynard sobre la imposibilidad de una economía basada totalmente en las
idas y vueltas del mercado. Comprendió que el laissez-faire (dejar hacer) los
había metido en ese desastre y que solo con una intervención de los gobiernos
la economía mundial podría salir adelante.
En
1936, Keynes culmina su obra Teoría general de la Ocupación, el Interés y el
Dinero. Brinda en ella una clara explicación sobre lo que ocurría:
En
primer lugar, las teorías existentes sobre el Desempleo no tenían sentido
porque ni los altos salarios y ni los altos precios podían explicar el
desempleo y la depresión económica.
Asi
es la vida en Latinoamérica hasta el día de hoy, los señoritos juegan en la
bolsa y el trabajador que apenas tiene dinero para vivir por encima de la línea
de pobreza es considerado el culpable cuando se desata una crisis.
En
Argentina, muchos economistas televisivos culpan a los trabajadores de las
crisis porque cobran un salario. Los empresarios ven al salario como un “gasto”
suyo sin comprender que sin ese salario las familias de los trabajadores no
pueden acceder a los productos.
Sin
posibilidad de consumo se desintegra el mercado interno de los países. Sin los consumidores no puede haber un círculo virtuoso de la economía.
En
segundo lugar, Keynes propuso una explicación alternativa en torno a la demanda
agregada, o sea, en torno al gasto de los consumidores, las instituciones
públicas y los inversores.
Keynes
comprendió que cuando la demanda agregada es insuficiente, se pierden puestos
de trabajo porque las ventas disminuyen.
Además comprobó que, la economía crece cuando la demanda agregada es
alta.
La
interpretación keynesiana constituyo así la base de la economía hasta la crisis
petrolera de 1973. Brindó a los países un modo de actuar ante las recesiones y
las depresiones económicas: aumentar el gasto público o fomentar la inversión
privada.
Si
la economía sufre una ligera contracción la concesión de créditos y la
reducción de los tipos de interés ( substrato fundamental de la política
monetaria) estimularían la inversión privada y aumentaría la demanda agregada
con el objetivo de aumentar el empleo.
Keynes
hablaba de lograr “el pleno empleo”. Hoy día sabemos que eso es imposible. En
el siglo XXI la tecnología y la coyuntura económica internacional no permiten
la existencia de un pleno empleo en ningún país.
Cuanto
mayor sea la contracción económica mayor será el riesgo de incurrir en el
déficit presupuestario para llevar adelante obras públicas o subvencionando a
fondo perdido a los colectivos más castigados por la crisis.
Lía
Olga Herrera Soto