En 1850 cuando Gran Bretaña consolidaba la Revolución
Industrial dos pensadores: Karl Marx
y Engels comprendieron que la historia de la Humanidad había cambiado para siempre.
Un joven estudiante
podría preguntarme; ¿A qué llamamos Revolución Industrial? Pues bien, la Revolución Industrial es un proceso
iniciado a mediados del siglo XVIII en Reino Unido.
El uso de nuevas fuentes de energía,
combinado con otras técnicas y formas de
organizar el trabajo provocó un extraordinario cambio en la producción de
bienes.
La Revolución Industrial marcó el paso de una sociedad agrícola de
tipo tradicional a otra industrial y moderna.
En las factorías de Manchester y en las minas de Gales
pululaban las primeras fábricas capitalistas y se abandonaba para siempre el
esmerado trabajo de los artesanos.
Los gremios sufrían transformaciones
radicales y miles de seres humanos comenzaban a hacinarse alrededor de las
ciudades sin ningún tipo real de esperanza o progreso.
A partir de entonces Karl Marx sostuvo que la sociedad estaba
dividida en dos irreconciliables clases sociales: la burguesía y el
proletariado. A los ojos de Marx, la
única forma de relacionarse de dichas clases era la lucha por el poder.
Las ideas marxistas determinaron la
vida política de Lenin. En 1917
cuando estalló la Revolución Rusa lo
inspiraron para derrocar el régimen autocrático zarista y para firmar la orden
de ejecución de toda la familia imperial * sin importar la edad de los
implicados.
Mediante una serie de posteos intentaré explicar parte
de la ideología marxista desde un punto de neutralidad histórica. Esta tarea es
complicada porque soy republicana y el comunismo no me gusta.
Desde sus primeros años de juventud
sostuvo Marx que, el pensamiento no
debía limitarse a conocer, interpretar y observar el mundo, sino que, debía
aspirar a transformarlo. En teoría trataba de lograr una existencia digna,
libre y feliz para la totalidad del género humano.
Con ese ánimo comenzó a describir el
trabajo en las fábricas. Después de interminables jornadas laborales en oscuros e insanos ambientes, los hombres
regresaban a sus “hogares”
completamente exhaustos y sucios.
Los trabajadores tomaban un corto
descanso. A las pocas horas, todo volvía a comenzar. Entonces, Marx
vió a los obreros como modernos esclavos, en cuyas espaldas, se sostenía todo
el progreso capitalista.
Marx consideraba que el salario recibido por el obrero no era un “elemento de justicia”, sino que era el sustento
mínimo capaz de alimentar al obrero y a
su familia para que el circuito productivo no se cortase.
La familia sería el lugar en el cual
se producirían nuevos trabajadores. Recordemos que como dice el refrán; “en la casa del pobre hasta el feto trabaja”. Las mujeres embarazadas y los
niños desde muy tierna edad se entregaban antes y se entregan en el día de hoy
a difíciles tareas y arduos trabajos.
Karl Marx contemplaba como los niños arrastraban pesadas
vagonetas en las oscuras y estrechas galerías de la minas o como movían barreños
en las fábricas de betún. El llamamiento
de Marx al desorden social y a la Revolución es la respuesta a la Injusticia.
Lía Olga Herrera
Soto
·
Lieven,
Dominic.: Nicolás II. 1ª Ed. Buenos Aires: El Ateneo, 2006, 384 p.