En 1776, John Stuart
Smith inicia la Escuela Clásica
al publicar su obra La riqueza de las naciones.
La labor de Smith
fue continuada por Thomas Robert Malthus
y David Ricardo. Smith y Ricardo
coinciden en lo que los expertos llaman un cuerpo teórico coherente de ideas.
¿Qué caramba es eso? Pues es un pesimismo que considera a la economía como ciencia lúgubre en la
cual gran parte de la población está condenada a la destrucción a través de la
pobreza y el hambre, debido en gran parte a la escasez de recursos.
Esta oscuridad sirve a los neoliberales actuales para
explicar la condición de pobreza extrema y casi esclavitud que sufren millones
de seres humanos en el globo. Ejemplifico, el Neoliberalismo actual afirma que no existen suficientes recursos para la Humanidad.
Los Neoliberales sostienen
que; no se produce suficiente leche a
nivel mundial para alimentar a los niños, sin embargo, nada dicen cuando los
países europeos arrojan la leche al mar para sostener el precio. Recuerden que a mayor oferta en relación con
una demanda estable, dentro de un mercado libre los precios deberían de bajar
dada la libre competencia que tanto defienden estos caballeros.
Desde La riqueza de
las naciones de Smith (1776) hasta Los Principios de economía política de Mill
(1848), todos los pensadores de la llamada Escuela Clásica coinciden en
defender la propiedad privada y la liberalización del mercado.
Para Mill; “Solo a
través del principio de la competencia tiene la economía política una
pretensión de ser ciencia”.
He de decir a favor de Mill que en 1848 no se producía
suficiente leche como para tirarla al mar con la finalidad de mantener un valor
alto ante la posibilidad de que el mercado y su libre competencia hagan bajar
el precio de dicho producto.
Todos estos buenos muchachos, empezando por Smith, desconfiaban de sus gobiernos. ¡Y
lo bien que hacían! Tenían una fe ciega en la “mano invisible” que posibilitaba el bienestar social cuando el
individualismo del hombre buscaba su propio interés. Con la segunda idea,
obviamente, no estoy de acuerdo pero ese es otro tema.
Lía Olga Herrera Soto
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